La industria argentina se encuentra en el umbral de una profunda transformación impulsada por la creciente adopción de la robótica y la inteligencia artificial (IA). Las previsiones apuntan a un aumento significativo en la automatización de procesos industriales en los próximos años, lo que promete optimizar la producción y la eficiencia, pero también plantea importantes desafíos para el mercado laboral.
Se proyecta un crecimiento del 50% en el número de robots industriales para los años 2025 y 2026, lo que llevaría el parque actual de robots de 3.000 a 4.500 unidades. Este avance no se limitará a las grandes corporaciones; un estudio de la Universidad Nacional de La Plata revela que el 65% de las pequeñas y medianas empresas (PyMEs) que han incorporado tecnología robótica ya han experimentado un incremento del 30% en su producción.
La percepción sobre la inteligencia artificial es igualmente optimista. Una encuesta de Microsoft indica que el 84% de las PyMEs argentinas considera que la IA tiene un impacto positivo en la productividad, con una estimación de ganancia potencial del 34%. De hecho, el 70% de estas empresas ya manifiesta su deseo de adoptar tecnologías de IA.
La influencia de la IA se extiende a lo largo de toda la cadena de valor industrial, optimizando procesos de maneras antes inimaginables. Desde el mantenimiento predictivo, que permite anticipar fallas en la maquinaria y reducir tiempos de inactividad, hasta la gestión inteligente de inventarios, y la logística de distribución, la IA está redefiniendo la eficiencia.
En sectores clave como el automotriz, la IA ya se utiliza para el control de calidad mediante visión artificial, la monitorización en tiempo real de los equipos y la optimización de la cadena de suministro. La industria alimentaria y de bebidas emplea la automatización para mejorar la seguridad, la trazabilidad y la eficiencia en las líneas de producción. Por su parte, el sector metalúrgico está implementando robots para tareas repetitivas y peligrosas como la manipulación de grandes piezas, el ensamble, la soldadura y la pintura, mejorando tanto la calidad final de producto como asi también la productividad y la seguridad de los trabajadores.
La creciente automatización genera una lógica preocupación por el futuro del empleo. Estudios regionales e internacionales estiman que un porcentaje significativo de los puestos de trabajo actuales en Argentina tienen un alto potencial de ser automatizados en las próximas décadas. Las tareas más susceptibles son aquellas de carácter repetitivo y manual.
Sin embargo, el panorama no es exclusivamente de destrucción de empleo. La transición hacia una industria 4.0 también está generando nuevas oportunidades laborales y una demanda de perfiles con habilidades diferentes. Se requerirán técnicos especializados en la programación y el mantenimiento de robots, analistas de datos capaces de interpretar la información generada por los sistemas de IA, y expertos en ciberseguridad industrial.
El cambio también redefine las habilidades valoradas en el mercado. Las llamadas "habilidades blandas" como el pensamiento crítico, la resolución de problemas complejos, la creatividad y la capacidad de colaboración con sistemas inteligentes se vuelven cruciales y son, por ahora, irremplazables por la tecnología.
El desafío para Argentina radica en acompañar esta transición con políticas activas de formación y reconversión laboral. Será fundamental la inversión en educación técnica y universitaria para preparar a la fuerza laboral para los empleos del futuro, así como la implementación de programas de capacitación para los trabajadores cuyos puestos se vean amenazados por la automatización. La colaboración entre el sector público, el privado y las instituciones educativas será clave para navegar con éxito esta revolución industrial y asegurar que sus beneficios alcancen a toda la sociedad.